El mal que no cesa
En la semana del Día Mundial contra el Trabajo Infantil, un informe de la situación en nuestro país y en la región, y la pregunta del millón: ¿por qué, en pleno siglo XXI, sigue siendo tan difícil erradicarlo?
Tendrá unos 8 o 9 años. Avanza como atropellando el pasillo del subte, prolijas hebillas sujetándole el pelo, dos flores bordadas en los bolsillos del jeans. El gesto duro, casi agresivo, al ofrecer la consabida estampita; tan frágil en su tosquedad. Algunas estaciones después ingresa al mismo vagón, de la mano de otro apenas mayor, un niñito que hace muy poco dejó de ser bebe. Es todo sonrisas, pies descalzos y carita redonda: su cosecha de monedas rápidamente supera a la de la brusca muchachita del jeans bordado.
Mendigan solos, al finalizar el día, en un vagón atestado de adultos que oscilan entre la incomodidad, la compasión y la molestia. Forman parte de los 456.000 chicos trabajadores que habitan nuestro país: una cifra oficial por demás tentativa (algunos informes hablan de un millón quinientos mil), surgida de una encuesta realizada en 2004 por el Indec y el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social en el Gran Buenos Aires, Mendoza, Jujuy, Salta, Tucumán, Formosa y Chaco. Investigadores, funcionarios y voluntarios de ONG coinciden: nada más difícil que cuantificar un fenómeno complejo, de múltiples aristas, asociado a situaciones de ilegalidad. Y que, por una razón u otra, tiende a naturalizarse, a formar parte del paisaje, a no causar el escándalo que en realidad debería provocar.
Será por eso que tantos niños del subte suelen imponer a los desprevenidos pasajeros un repentino apretón de manos o un beso. Como si, más que pedir una moneda, quisieran decir acá estoy, existo. Mirame.
Los más frágiles
"Es una vulneración grave de derechos -explica Gimol Pinto, especialista de Unicef-. Y su naturalización puede conspirar contra una mirada a largo plazo."
¿Qué se le niega a un niño trabajador? En primer lugar, la escuela. La mayoría no asiste a clase o, de hacerlo, tiene bajo rendimiento y dificultades con el aprendizaje. Tampoco pueden disfrutar plenamente de esa fuente de experiencias vital para la construcción de la personalidad que es el juego. Por no hablar de la integridad física y emocional, permanentemente puestas en jaque por el ingreso, prematuro y las más de las veces carente de protección, a un mundo regido por la lógica adulta. Se trata de una suerte de vulneración macro, que tiene el triste privilegio de afectar varias áreas clave a la vez.
Las ocupaciones son de lo más diversas. En las ciudades, muchos chicos hacen malabares (esa nueva forma de la mendicidad), limpian vidrios, participan en la venta ambulante o en la recolección de cartones y otros residuos en la vía pública. En las zonas rurales -donde el trabajo infantil es mucho más frecuente que en las zonas urbanas, pero también se hace más invisible- hay niños en las cosechas de algodón, papas y frutas; en el procesamiento de ciertos productos agrícolas; en la floricultura, en la horticultura. También los hay trabajando en la fabricación de ladrillos, buscando recursos en los basurales y, siempre, en el trabajo doméstico, tanto en hogares de terceros como en el propio.
"En una localidad de la costa asistimos a chicos que trabajaban en un basural. Descubrimos que les faltaban procesos de socialización básicos. Además de la malnutrición y los problemas sanitarios por estar en contacto con residuos -comenta Soledad Gómez, integrante de Conciencia, una ONG que se ocupa de este tema en diversos puntos del país-. Junto con la Fundación Pepsico trabajamos un año en la escuela del lugar. Así generamos la base que nos permite desarrollar espacios comunitarios de intervención con los padres y los chicos."
Tiempo. Mucha paciencia. Más tiempo. Y trato extremadamente cuidadoso: así se sostienen las acciones de especialistas como Soledad que, en función de preservar a las familias, nunca da nombres propios ni cualquier otro tipo de dato que pudiese afectar su intimidad.
En Mendoza, la gente de Conciencia ubicó a menores trabajando en ladrilleras. La fabricación de ladrillos con agua y barro plantea una exigencia física que los cuerpos infantiles, en plena formación, acusan en forma de severos problemas de columna. Allí, la ONG aunó esfuerzos con la red ProNiño de Fundación Telefónica. "No es simple el camino para revertir estas situaciones -continúa Gómez-. Tenés que enfocarte en cuatro ejes: los chicos, la comunidad, la escuela y la familia. En nuestros equipos trabajamos con psicólogos, psicopedagogos, profesores de educación física, de música y trabajadores sociales. Según la necesidad, incorporamos fonoaudiólogos y alfabetizadores. Procuramos que los chicos se hagan dos chequeos médicos anuales." ¿El objetivo? Que los pibes vuelvan a la escuela, los padres incorporen herramientas laborales (sustituyendo el ingreso que genera el niño) y, en muchos casos, todo un grupo social acepte que infancia y trabajo son términos incompatibles.
En lo que hace al tándem educación y salud, Gómez reconoce que la existencia de la Asignación Universal por Hijo está marcando una diferencia. "Hay una libreta sanitaria -enumera-, hay inserción en la escuela. Es un puntapié inicial que amplía la posibilidad de generar sensibilización". De todos modos, asegura, con esto no alcanza: "Para lograr resultados más sólidos habría que acompañar con capacitación docente y garantizar que ni las escuelas ni las salas de salud estén tan abarrotadas como lo están actualmente".
Por su parte, Gimol Pinto considera que, en lo que hace al marco legal, la situación actual es auspiciosa. Además de mencionar la creación, en 2000, de la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (Conaeti), la especialista de Unicef destaca la articulación entre la Ley 26.390 de trabajo (que establece los 16 años como edad mínima para ingresar al mercado laboral), la ley 26206 de educación (que dicta la obligatoriedad de la escolaridad hasta los 16) y la ley 26061 de protección integral de los derechos de niños, niñas y adolescentes (que considera a los niños sujetos de derecho). "Esto ayuda a que no haya contradicciones en el discurso normativo -reflexiona-. Ahora hay que contribuir a que estas normas sean parte de la vida cotidiana."
De eso se trata. Pero, ¿por qué es tan difícil? "Detrás de todo niño que trabaja hay un adulto que se beneficia económicamente -sentencia Gimol Pinto-. Y un padre que carece de un empleo decente." Postura frente a la cual, palabras más, palabras menos, muchos hombres y mujeres a lo largo y lo ancho del país podrían responder: "Trabajé de niño junto a mis padres, así aprendí a ser honrado y responsable, y ahora mis hijos lo hacen junto a mí" o "en lugar de dejarlos solos en casa, los llevo conmigo. Me ayudan y los cuido". Allí reside buena parte del problema: un abigarrado entramado de pobreza, tradiciones culturales y falta de recursos.
Alicia Entel, docente, directora de la Fundación Walter Benjamin e impulsora del proyecto Infancias. Varios Mundos, es de las que no cree que el foco deba ponerse en lo cultural: "Es cierto que hay comunidades, sobre todo de pueblos originarios, que consideran que la tarea diaria la debe hacer todo el grupo familiar. Pero llevar a toda una familia a la zafra es explotación. A mí que no me digan que están respetando la diversidad cultural", dice, tajante. "Los chicos son chicos. Tienen que ir a la escuela y jugar", coincide, con rotunda sencillez, Soledad Gómez.
Una responsabilidad de todos
"¡Queremos trabajar! ¡Queremos trabajar!" Así clamaban pequeños niños y niñas malasios en el desopilante film Zoolander, de Ben Stiller. El reclamo formaba parte de una pesadilla inducida, el lavado de cabeza al que era sometido un de por sí poco iluminado modelo masculino. ¿El objetivo? Forzarlo a asesinar al primer ministro de Malasia, que estaba decidido a poner fin a la presencia de menores de edad en la industria textil de ese país. La película, estrenada en 2001, es una disparatada parodia del mundo de la moda, que no se iba a privar de mencionar lo que en algún momento sacudió la conciencia del consumo global: ¿cómo saber si, en algún punto del proceso de fabricación del pantalón o la camisa que estamos usando, estuvo involucrado el trabajo de un chico?
La espinosa cuestión de la cadena de valor puede aplicarse a diversas áreas de consumo: el punto en que esforzadas manos infantiles sacaron los capullos de algodón que, luego, se convertirán en la materia prima de diversos productos manufacturados. O las también diminutas manos presentes en la cosecha de los arándanos que, tras varias instancias productivas, podrían terminar en la mermelada del desayuno.
En nuestro país, un avance importante ha sido la creación, en 2007, a través de la Conaeti, de la Red de Empresas contra el Trabajo Infantil, integrada en la actualidad por noventa firmas líderes (algunas: Alco-Canale, Bodegas Chandon, Cargill, Establecimiento Las Marías, Garbarino, Grupo Arcor, Loma Negra, la Cámara Algodonera Argentina, la Cámara del Tabaco de Salta, Telefónica, Sancor, Nestlé, Pepsico).
Los integrantes de esta red firmaron un convenio donde se hacen responsables por la cadena de valor implicada en sus productos; en otras palabras, garantizan que no haya niños trabajadores en ninguna etapa de la realización de esos bienes.
"Esta articulación público-privada en torno del trabajo infantil es única en el mundo", asegura María del Pilar Rey Méndez, presidenta de la Conaeti. Del seno de la Red surgió el proyecto de los jardines de cosecha, que busca incidir en el sector agrícola, probablemente el más problemático. El pago a destajo, el trabajo golondrina (que implica la migración de todo el grupo familiar) y la falta de lugares adecuados para los niños suelen terminar en una misma imagen: toda la familia, del mayor al más chico, trabajando a la par. Abiertos inicialmente en algunas localidades de Salta y Jujuy, estos jardines funcionan, precisamente, durante el período de cosecha y ofrecen un espacio donde madres y padres pueden dejar a sus hijos mientras se van a trabajar. Santa Fe incorporó recientemente este modelo. Mendoza, por su parte, lanzó un plan similar, llamado Buena cosecha, en el que participan instituciones nacionales, provinciales y empresas privadas.
"Hay una sociedad que está reaccionando -concluye Rey Méndez-. Es que el trabajo dignifica cuando quien trabaja ya está maduro. Pero por debajo de determinadas edades daña la salud física y psíquica. Se cobra muchas vidas."
Discusiones y paradojas
En la Argentina, apenas se los conoce. Sin embargo, en países como México o Perú forman parte del debate sobre el trabajo infantil y en 2010, en ocasión de la Conferencia Mundial sobre Trabajo Infantil que organizó la OIT en La Haya, organizaron su propio encuentro alternativo, con delegaciones de diversas partes del mundo. Son las NAT's, Asociaciones de Niños y Adolescentes Trabajadores que reclaman la posibilidad de sindicalizarse y tienen el apoyo de no pocas organizaciones ligadas con la infancia. Una de ellas, Concerned for Working Children (CWC), con 30 años de trabajo en la India, fue nominada -junto con Save the Children y Unicef- al Nobel de la Paz 2012. Carlos E. Noguera, profesor de la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia, escribió en un artículo subido a Educared: "El Programa Internacional de la OIT para la Erradicación del Trabajo Infantil, al fundamentarse en la Convención Internacional de los Derechos del Niño desconoce, a su vez, los propios derechos que pretende defender. Esta es la conclusión que se deduce de las proclamas y exigencias de las distintas NAT's. Si la propia Convención Internacional de los Derechos del Niño establece que el niño tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión (Art. 14) y a la libertad de asociación (Art. 15), ¿por qué se ignoran los reclamos de las NAT's a propósito de la reivindicación del trabajo como un derecho?"
En general, los defensores de esta propuesta indican que, dado que el problema no se resuelve, lo mejor es regularlo, evitar posibles situaciones de esclavitud, darle voz a los chicos en tanto trabajadores. Quienes se oponen aducen que esta postura encierra una trampa: la de consolidar, desde el vamos, dos modos distintos de crecer, formarse, educarse o no.
Nuestro país adoptó la postura abolicionista, en línea con las directivas de la OIT. "Si hay chicos pobres trabajando, el Estado se tiene que hacer cargo -enfatiza Rey Méndez-; garantizar el derecho de ser niño a todos los niños. Todos tienen el derecho a no trabajar hasta tener la edad psicofísica adecuada."
Hasta aquí, la problemática del trabajo infantil se perfila como un tema propio de los sectores más vulnerables. ¿Qué decir del ínfimo, cuantitativamente hablando, grupo de chicos que no provienen de familias de escasos recursos, pero sí trabajan? Horas y horas de grabación para aparecer cinco minutos en un comercial, exigentes entrenamientos deportivos, formación artística en un marco profesional, apariciones en televisión: ¿cómo regularlo? "Mientras estas actividades no se interpongan en el desarrollo del chico son válidas -explica Gimol Pinto-. De todos modos, hay normativas que se deben cumplir; incluso regulaciones internacionales. En el caso de los niños que actúan en televisión, se debe pedir autorización a la Comisión de Trabajo Infantil local."
"Más humillado que bello", decía Miguel Hernández, casi un siglo atrás, al cantarle al niño yuntero. Y así están hoy, los humillados y los bellos, pugnando todos por ser, simplemente, chicos. Reclamando que los adultos hagamos lo que Alicia Entel resume en muy pocas palabras: "No los dejemos abandonados a su suerte".
En internet
EN TODA LA REGION
Según la OIT, existen unos 215 millones de niños trabajadores en el mundo, de los cuales alrededor de 14 millones viven en América latina. Se calcula que el 60% desempeña tareas en el sector agrícola, mientras que el resto lo hace en el trabajo doméstico, el comercio, la minería artesanal y el trabajo informal urbano.
En este contexto, Fundación Telefónica convocó en 2010 a un Encuentro Internacional contra el Trabajo Infantil, realizado en Bogotá, Colombia, y orientado a la discusión de esta problemática a nivel regional. LNR asistió a varios de los coloquios, donde se escucharon palabras como las del uruguayo Jorge Freyre, coordinador de la ONG Gurises Unidos: "Los niños son sujetos de derecho. La acción se hace con ellos. Tenemos que aprender a involucrarlos, organizarlos, actuar con ellos".
En lo que hace a Colombia, una forma particularmente deleznable de trabajo infantil es la incorporación de niños a la violencia armada. En la escuela Sierra Morena de Ciudad Bolívar (localidad próxima a Bogotá), el Programa ProNiño desarrolla el proyecto Volver a la escuela, destinado a chicos de entre 9 y 15 años. "Pertenecen a familias que vienen del campo, desplazadas por la violencia", cuenta Ernesto Morales Portillo, director del establecimiento. Con objeto de disminuir los niveles de deserción escolar, se trabaja con los padres (para que no envíen a sus hijos a trabajar), se garantiza que los chicos asistan al comedor de la escuela y se otorga una ayuda económica a las familias (la cual se retira si los niños dejan de asistir a clase).
Como un medio de profundizar el trabajo (y también, según reconoce Morales Portillo, de "capturar la atención" de los chicos), se equipó un aula con computadoras, donde se capacita a los chicos en informática y, de paso, se compensan las dificultades para acceder a Internet. Al aula asisten niños como Jefferson (12), que años atrás temblaba de miedo mientras vendía gelatina en una calle cada vez más hostil, y hoy, sentado frente al monitor, sueña con ser ingeniero en sistemas.
De Volver a la escuela y de muchos proyectos similares se habló en el Encuentro Internacional contra el Trabajo Infantil, que en 2011 tuvo un corolario: Fundación Telefónica y la OIT lanzaron la Red Latinoamericana contra el Trabajo Infantil (http://es.redcontraeltrabajoinfantil.com), propuesta como un espacio de encuentro, análisis y discusión para todos quienes, a nivel regional, trabajan en la defensa de los derechos de la infancia. La red, además, busca fortalecer los aportes que, desde América latina, se harán durante la III Conferencia Mundial sobre Trabajo Infantil, por realizarse en Brasil en 2013
Fuente La Nación
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