Acaba de publicarse su último curso en el College de France: llega así hasta nosotros el llamado “último Foucault”, un socrático que parte de los griegos para analizar la posibilidad de una ética no universalista, una moral no de la norma sino de la forma. Clases compuestas de un modo sereno, una escritura erudita pero al mismo tiempo llana, parienta del ensayismo de Montaigne.
Estoico. Foucault vivió el final de sus días fascinado por el pensamiento del estoicismo del siglo II: Epícteto, Séneca y
Marco Aurelio
Se dice que hay tres Foucault, y son tres que podríamos identificar con estos libros de referencia:1) Las palabras y las cosas, 2) Vigilar y castigar, 3) Historia de la sexualidad.
La mayoría de los especialistas hablan de tres períodos en el pensamiento foucaultiano, centrados en tres objetos: saber, poder y ética.
Toda la filosofía de Foucault, lejos de lo que se cree, en rigor, no cesa de ir a la búsqueda de una nueva forma de subjetivación, ajena ya a las condiciones de posibilidad de la episteme moderna.
Por lo tanto, esa “muerte del hombre”, en verdad, fue la muerte de un tipo de subjetividad y la condición de una nueva.
Ergo, toda la obra de Foucault, como él mismo lo señaló, sólo habló del sujeto.
En el último curso (1984) del College de France, titulado
El coraje de la verdad, Michel Foucault analiza las palabras finales de Sócrates, quien, en el Fedón, a poco de morir, le pide a Critón que sacrifique un gallo para Esculapio.
Foucault lee en esta actitud final un gesto de agradecimiento porque ha sido curado, pero no de la enfermedad de la vida, sino de la enfermedad de los falsos discursos, las opiniones comunes, dominantes, gubernamentales, los prejuicios.
Ha sido curado por la filosofía. Y esa cura de la filosofía está estrechamente ligada al término central en el último período: cuidado de sí.
Ese cuidado, ocuparse de uno mismo, es el fundamento de la ética socrática, toda la ética antigua y toda la filosofía.
La filosofía del último Foucault tiene en el cuidado de sí y la parresia (hablar con franqueza) sus conceptos centrales.
Según su óptica, dos grandes líneas, que también son perfiles de la forma de hacer filosofía, se expresan en dos diálogos platónicos: el Alcibíades, donde la filosofía se desarrolla como una ontología de la realidad del alma diferente a la vida. Una metafísica. Y busca consumar un sistema, un logos.
Por otro lado, el Laques. Aquí la filosofía es una prueba de vida, una cierta forma de vivir.
Y busca consumar un verdadero arte de vivir, una ascesis. En este aspecto, Foucault no hace sino retomar el legado de la filosofía como arte de vivir, al final de su existencia, y poniéndola como testimonio socrático: vida filosófica.
A partir de allí leerá la tradición cínica, donde la propia forma de vida era un “escándalo de la verdad”.
En relación con ello, dos recientes libros han actualizado la reflexión del Foucault de fines de los 70 y principios de los 80.
En Conversaciones con Foucault, el periodista Duccio Trombadori nos lleva a las propias palabras del filósofo en su casa de París.
Corría el año 1978 y Foucault no dejaba de deslumbrar por su libertad autocrática, su incorrección política y su altura de auténtico maître-à-penser: tal vez el final.
El diálogo de Foucault con Trombadori pasa de la concepción de cada libro como parte de una experiencia propia del filósofo –las prisiones, la homosexualidad, la psiquiatría, la medicina– a su crítica a la Escuela de Frankfurt o los debates en torno al estructuralismo, pero quizá lo más interesante sean las palabras que ya anticipan al último Foucault, el moral, en su mirada crítica con el modelo de guerra y las discusiones ideológicas. En Foucault.
El coraje de la verdad, que coordina Frédéric Gros y con textos de especialistas en su obra como Judith Revel, Mariapaola Fimiani y el propio Gros, se actualiza la reflexión sobre los últimos dos tomos de la Historia de la sexualidad –El uso de los placeres y La inquietud de sí, ambos de 1984– así como de El gobierno de sí y de los otros,
El coraje de la verdad, últimos cursos (1983-1984) del Collège de France.
El llamado último Foucault es un Foucault socrático.
Un Foucault que, como él bien señala, “no quiere regresar a los griegos”, pero que sí parte de ellos para analizar la posibilidad actual de una ética no universalista sino auto-regulativa, una moral no de la norma, sino de la forma, una moral estética.
Los últimos dos tomos de la Historia de la sexualidad revelarán en la tríada –Dietética, Económica, Erótica– el vínculo con la verdad, lo cual conlleva, de modo inextinguible, al coraje de decirla.
Esa relación con el propio cuerpo, con la mujer y con los muchachos, es una relación con la alimentación, el hogar y la sexualidad.
Ese trabajo del individuo griego, del helenismo y la Roma imperial revelará, según Foucault, mucho sobre una forma innovadora de autoproducción de la subjetividad contemporánea.
El último Foucault escribe de un modo sereno –clásico–, es una escritura erudita y llana, accesible y terapéutica, parienta del ensayismo de Montaigne, ajena ya al tono de Las palabras y las cosas o de Vigilar y castigar.
El último Foucault es un filósofo fascinado por los grandes pensadores del estoicismo imperial del siglo II: Epícteto, Séneca y Marco Aurelio.
El último Foucault tiene un espejo: Sócrates.
La idea de la vida filosófica marcará esa existencia: la vida como escándalo de la verdad.
Esa vida filosófica requiere un coraje.
La noción griega de parresia que Foucault analiza en su última lección del Collège de France tiene una implicancia: hablar con franqueza aun poniendo en riesgo la propia vida.
Ese modelo socrático que encarna el último Foucault es lo que hace a un filósofo ser lo que es: un discurso, pero sobre todo, un modo de vida.
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