Diosa Mané

Diosa Mané
Mané Castro Videla - Mujer Poeta y Artista Plástica Argentina - Española

jueves, 15 de septiembre de 2011

EL PODER DE LAS PALABRAS

El poder de las palabras no radica en su significado superficial sino en sus cualidades ocultas.
Toda palabra, por ejemplo, encierra a la vez conocimiento e intención. Estas dos cualidades son mágicas.
La magia del conocimiento es que en unas pocas sílabas es posible reunir muchas capas de experiencia - de hecho, toda una historia.
Todas las palabras más ricas del idioma abren pasadizos secretos de significado y conocimiento.

Pero la segunda cualidad de las palabras, la intención es todavía mas poderosa.
Un padre expresa intención, cuando le dice a su niño que coma, camine y duerma.
Ha sido a través de estas palabras como todos hemos aprendido funciones importantes, pero ahora que las conocemos, ya no necesitamos de ellas.
Ya no nos decimos a nosotros mismos que debemos comer, caminar o dormir.
La intención de la palabra ha sido interiorizada y lo único que necesitamos es algo que nos la recuerda ("Creo que me iré a dormir"), para que se produzca el resultado esperado.
¿Realmente es acertado decir que esto es un conjuro?

Sí, porque una vez que se absorbe la intención de una palabra, se crea un conjuro en forma de huella mental.
 La palabra "escuela" inmediatamente desencadena en toda persona la experiencia de los años escolares.
El buen estudiante evocará las asociaciones de éxito y alabanza, mientas que el mal estudiante verá imágenes de fracaso y crítica.
Toda nuestra vida está metida dentro de nosotros en forma de huellas que son activadas por las palabras.

Los mortales estamos envueltos en palabras, de la misma manera en que las moscas quedan atrapadas en la tela de araña.
Sólo que en su caso son a la vez araña y mosca, porque se aprisionan dentro de su propia tela.
No cabe duda de que todos utilizamos nuestras propias palabras para establecer los hábitos que permiten que la vida continúe inconscientemente.

Nos identificamos con los nombres y los rótulos; éstos, naturalmente son palabras.
Pero ¿cuáles palabras nos permitirán romper los viejos hábitos y liberarnos de las identificaciones restringidas?
Si toda palabra imprime una huella en la mente, ¿acaso son limitantes todas y cada una de las palabras?
La paradoja de las palabras es que se deben utilizar para crear disciplina y entrenamiento.

Caminar, hablar, leer, todas ésas son funciones de las cuales carece un bebé.
La madre y el padre deben encargarse de educar al niño acerca de las cosas del mundo, lo cual hacen por medio de palabras.
El problema es que las palabras también tienen significados psicológicos.

A través de las palabras los padres hacen que los niños se sientan bien o mal, buenos o malos.
 Las expresiones más poderosas que cualquier persona puede utilizar son el "si" y el "no".
El efecto de estas dos silabas puede levantar fronteras o eliminarlas.
Todo aquello que creen que puedes hacer lleva un sí encerrado en alguna parte, generalmente pronunciado por un progenitor o un maestro en el pasado lejano.
Todo aquello que crees que no puedes hacer, lleva un no escondido, proveniente de las mismas fuentes.
Aunque las palabras nos dicen quienes somos, de todas maneras somos más de lo que ellas pueden expresar.

Independientemente de cuán poderoso sea el conjuro de las palabras, las personas pueden cambiar.
El poder de las palabras puede crear algo nuevo, no sólo un límite.
La magia de nuestro Libre Albedrío nos permite decir sí a las cosas a las cuales nos han enseñado a decir no.

Debemos crear un mundo de significados completamente nuevos, para reemplazar los viejos con los que hemos crecido.
Pero aquí hay un misterio más profundo.
Las palabras encierran a la vez conocimiento e intención; por lo tanto, enmarcar una intención en palabras es el primer paso para cerciorarse de que se haga realidad.
Dos buenos ejemplos de esto son la oración y la afirmación. Afirmar cosas como "soy bueno" o rezar a Dios diciendo "permite que me cure" son actos que van mucho más allá de la simple expresión verbal de un pensamiento.
Siempre que una palabra está respaldada por una intención, entra en el campo de la conciencia en forma de mensaje o petición.

El universo está siendo notificado de que tenemos un determinado deseo.
No se necesita más que eso para que los deseos se hagan realidad, porque la capacidad de ejecución de la conciencia universal es infinita.
Todos los mensajes son escuchados y atendidos.
Sin embargo, enviamos nuestros deseos al campo esperando una respuesta, pero generalmente los mensajes son confusos y enredados.

Aunque jamás se hace caso omiso de una intención, puede haber obstáculos para su realización considerando la cantidad de conflictos que se encierran en ella, todos los conflictos presentes en el corazón humano.Hay que reconocer que todas las intenciones producen un resultado. Enviamos constantemente intenciones al campo, pero de manera inconsciente.
Nuestros deseos son aleatorios o repetitivos u obsesivos, todo lo cual no es más que desperdicio de energía.
Los humanos suponemos que tenemos que trabajar para hacer realidad nuestros sueños, cuando la verdad es que la mayor parte del trabajo que nos ufanamos de realizar nos impide realizar nuestros sueños, porque cuanto menor es el esfuerzo, mejor. Debemos aprender a pensar de una manera más ordenada, consciente y eficaz.

Para hacerlo, es necesario eliminar primero los hábitos de pensamientos que obstaculizan la capacidad del universo para hacer realidad los deseos.Imaginemos que la mente es un transmisor de radio con el cual bombardeamos el campo con mensajes.
Si nos sentamos en silencio a observar la menta, nos daremos cuenta de que está llena de señales contradictorias.
Dudamos acerca de las cosas que deseamos; tampoco estamos totalmente seguros acerca del tipo de persona en que deseamos convertirnos.
De la misma manera, la mente está llena de repeticiones inútiles.

Se calcula que el 90% de los pensamientos que tiene una persona en un día son los mismos del día anterior.
Esto se debe a que somos criaturas de costumbre, preocupación y obsesión. 
la mente está llena de estática inconsciente, la cual se remonta hasta las profundidades mismas de la memoria infantil.
Es probable que prestemos atención únicamente a nuestros pensamientos conscientes, deseados, pero en el fondo la mente inconsciente vive martillando sus esperanzas frustradas, sus viejos temores y deseo - en otras palabras, todas aquellas cosas que aparentemente no se hicieron realidad en el pasado.
Las intenciones son simples deseos y los deseos van ligados a las necesidades.

Por lo tanto, toda esa actividad de la mente que no se satisface, se compone de viejas "necesidades" insatisfechas.
 Miles de veces hemos pensado "quiero" o "deseo" o "espero" sin que pase nada, y si pasa, ocurren cosas menos deseables.
Nuestro pensamiento debería ser una corriente transparente, pero es como una guerra, deberíamos poder barrer nuestro cerebro, pero todo lo que hay en él, somos nosotros.

Nos hemos convertido en todos esos conflictos rancios, repetitivos, y ellos no desaparecerán sino cuando cambiemos.
El primer paso hacia el cambio es el "reconocimiento".

Reconocer que al menos unas cuantas esperanzas y unos cuantos deseos sí se han hecho realidad en nuestra vida.
Una persona nos ha llamado justo cuando necesitábamos hablar con ella; nos ha llegado ayuda de donde menos la esperábamos; nuestras oraciones han sido escuchadas.
Todo eso sucede en el campo. Cuando tenemos una intención y la enviamos al campo de la conciencia universal, en realidad estamos hablando con nosotros mismos en otra forma.
Como remitentes del mensaje somos individuos que vivimos aquí, en el tiempo y el espacio.
Pero también somos los destinatarios del mensaje en nuestra calidad del YO Superior que domina sobre nuestra identidad espacial y temporal.
Y, más aún, somos también el medio del mensaje, la conciencia pura misma
Con el fin de vernos verdaderamente, debemos reconocer que poseemos estos tres aspectos: remitentes, destinatarios y medios. Hay muchas variaciones de este tema: somos el deseo, quien desea, y quien concede el deseo.

Somos el observador, le observado y el proceso de observar. Este triple estado se conoce como unidad.
Así enviar una intención al campo y recibir una respuesta no es algo que exija esfuerzo.
En nuestra naturaleza unificada, lo "único" que hacemos es cumplir nuestras intenciones; ese es nuestro oficio de tiempo completo.
No existe un solo pensamiento que no produzca un resultado.
El problema es que todos pasamos por alto los resultados demasiados sutiles, que no se acomodan a nuestras metas inmediatas o no coinciden con aquello que, según nuestro ego, debería suceder.

Vivimos en el mundo que debería y el que tal si.Cuando aprendamos a acallar la mente y a desintoxicarla de todos sus conflictos de vieja data, se revela ante nosotros la realidad simple del funcionamiento, del universo - LO QUE ES. Debemos dedicar un poco de tiempo todos los días a tomar nota del contenido de nuestra mente.
Este acto de tomar nota, aunque muy simple, es uno de los pasos más poderosos para efectuar el cambio.
No podemos cambiar lo que no vemos.
Es probable que a nuestro ego no el agrade admitir que está lleno de negación, conflicto, intenciones contradictorias, vergüenza, culpa y todas las demás confusiones que obnubilan a la mente y le impiden ver la realidad de LO QUE ES.

En efecto, el ego se enorgullece de su capacidad para ocultarnos esas cosas, son pretexto de evitarnos el sufrimiento que experimentaríamos al ver nuestros errores, faltas y pecados.
El segundo paso es aprender a "hacer realidad nuestras intenciones".

Los pasos son completamente naturales, pero es preciso aprenderlos.
Hagamos que el ego se aparte y se lleve consigo todas sus expectativas y esperanzas.
En lugar de sentir que necesitamos controlar el resultado de nuestra intención, sintamos la seguridad de que el campo hará el trabajo por nosotros.
Liberemos nuestra intención dentro del campo de lo eterno; cuanta más amplia sea nuestra conciencia, más clara será la señal transmitida.
Por último, hay que tomarse todo el proceso con "tranquilidad y naturalidad".

Cuando todos estos pasos converjan, nuestra intención entrará en el campo de la conciencia, el cual es como una especie de matriz donde se conecta el pensamiento individual con todo LO QUE ES. Las angustias y apegos del temeroso ego no obstaculizarán el suave avance hacia el resultado.
Lo cierto es que ninguna de las oscuridades que lamente es pesado. Hay que recordar siempre que Dios no juzga, sólo la mente lo hace.

Lo que Dios desea es que se cumplan todos los mayores anhelos de cada persona; ese es nuestro estado natural como creadores de nuestra propia realidad.

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