EL TRASTORNO PSICOLÓGICO EN EL ARTISTA:
¿MITO O REALIDAD?
¿MITO O REALIDAD?
Universidad Autónoma de Madrid
¿Es creativa cualquier forma de expresión
plástica? Posiblemente a alguno le resulte la pregunta doblemente impertinente,
primero porque no viene al caso, no es el tema de discusión para el que estamos
convocados -me dirían- y segundo y principal, porque al arte se le supone
siempre creatividad, como valor al ejercito.
Sin embargo, nos cuesta menos hablar de
creatividad en el arte que en la ciencia, pues en el arte consideramos creativos
no solo a los que rompieron con lo anterior y crearon nuevas formas de
expresión, nuevos paradigmas, sino también a aquellos que en su trabajo se han
adscrito a uno ya existente.
Cabría preguntarse por los niveles de
creatividad que se pueden atribuir a dichas obras. El problema es que los
criterios de valoración de un producto son mucho más subjetivos en la ciencia
que en el arte, porque, si hablamos de novedad, resulta incontestable que
-exceptuando las reproducciones- toda obra de arte es original, mientras que
replicar por enésima vez un experimento con una mínima variación de las
condiciones experimentales, no. Pero si hablamos de valor, el segundo y
definitivo criterio para diagnosticar productos creativos, en lo referente al
mundo artístico, entramos en un confuso territorio donde el relativismo y hasta
la ambigüedad determinan la calificación de las obras de arte.
Asumimos que la creatividad tiene una
naturaleza contextual y que son criterios propios del campo los que deben aplicarse a los productos, pero
hay que reconocer que tales criterios tienen mayor grado de objetividad y
consenso en la ciencia que en las artes y el resultado final es que, desde
fuera, puede parecer que todo vale y que cualquier cosa, exhibida en cualquier
lugar, merece llamarse creativa. Y así, abría que considerar, hablando ya de
locura, si algunas formas de “art brut” realmente son creativas; si el arte psiquiátrico tan
reivindicado por algunos, como Bretón, realmente cumple siempre con los mínimos
en un criterio de valor, o si, a la viceversa, otras formas de arte
supuestamente psiquiátrico lo son en realidad; como cuando Dalí en una de sus
poses mitomano-exhibicionistas -otra patología
distinta a la locura- afirma provocar voluntariamente estados paranoides (Neumann,
1992).
Pero, volviendo a la ciencia y el arte. He
traído aquí esta disgresión para apuntalar una idea:
la creatividad es la misma esté dónde esté; desde el punto de vista psicológico
la definimos de la misma manera. Aquí surge otra disonancia conectada con el
tema que nos ocupa: nadie asocia la locura con la conducta científica. La
leyenda del artista no alcanza al científico y, sin embargo, lo que hace un
pintor ante el lienzo es lo mismo que hace el científico creador en su
laboratorio o mesa de trabajo: encontrarse con problemas que ha de formular y
resolver de forma original y válida.
Parece pues, que para embarcarse en una
actividad tal no es necesario estar loco, al menos en el sentido psiquiátrico
del término. No son, entonces, relaciones causa-efecto en el sentido “psicosis
implica creatividad”, las que han dado origen al mito del genio loco sino otro
tipo de argumentos cuya naturaleza no es intrínseca a los propios procesos
creadores.
No es este el lugar para entrar en un
desarrollo explicativo de los procesos psicológicos implicados en la creación
pero si hay que mencionar -por no dejar colgado el asunto- que esa definición de
pensamiento creador que propongo, en consonancia con el enfoque de la psicología
cognitiva, encierra bastante complejidad. Que hablamos de un mismo proceso pero
presuponiendo un dominio específico de la disciplina -nivel de experiencia en un
campo que implica más de diez años de trabajo intensivo previo-, unas
“habilidades de infraestructuras” o aptitudes propias para ese trabajo
desarrolladas a un nivel óptimo así como un nivel extremo de motivación hacia el
trabajo. Por otra parte, cuando hablamos de buscar y de resolver problemas, es
obvio que la naturaleza de los mismos es muy distinta según el área. El artista,
a través de la expresión simbólica, va a dar salida a la formulación y
resolución de un problema que es de carácter estético y personal.
Estamos definiendo la creatividad en términos
que no constituyen rasgos de personalidad, lo que excluye la neurosis, sino que
son cognitivos y en un nivel de pleno rendimiento y concentración -hasta el
nivel, en ocasiones, de lo que Csikszentmihalyi he
llamado “estado de flujo”-, lo que excluye la psicosis.
Es incompatible pues la ejecución de una
auténtica obra artística con el trastorno mental. Desechada la conexión causal,
sin embargo, es de ley aceptar que hay una cierta incidencia; en estos casos
diremos que el arte surge a pesar, no
por la neurosis o la psicosis y nunca coincide con los brotes
esquizofrénicos o las fases agudas de la enfermedad. Esa sospecha de que
someterse a una terapia va a mermar la creatividad, es otro prejuicio compartido
también por algunos.
En todo esto coincidimos, desde la psicología
cognitiva, con las nuevas versiones psicoanalíticas de la “psicología del yo”
como Otto Rank
que se atrevió a desligarse de la teoría freudiana de la neurosis
-siendo silenciado durante
mucho tiempo-, hablando del artista como persona sana y creativa, dotada de un
yo fuerte y contraponiendo neurosis y creatividad.
En Kubie (1958) se
dio la ruptura definitiva al negar todo papel al inconsciente, un límite que
Kris (1952) no alcanzó en su noción de “regresión al
servicio del yo”. Pero Kubie habla abiertamente de que
la neurosis destruye la creatividad y del inconsciente como una camisa de fuerza
que produce estereotipia.
Al margen de estas disputas entre
psicoanalistas, lo que demuestra la evidencia es que en las crisis psicóticas los artistas dejan de ser creativos y en las
fases de regresión más profunda no hacen sino garabatos descoordinados. Y en
cuanto al neurótico, como dice Martindale (1971), “está caracterizado por mecanismos de
inhibición, paralización y represión, y estas son características más de las
personalidades no creativas que de las creativas”.
¿Por qué esa conexión tan firme en nuestra
cultura entre arte y locura?. Creo que Gombrich da en el clavo en el prologo a La leyenda del artista de Kris y Kurz, cuando dice que a Kris le
debemos la profunda intuición de que las historias que se cuentan sobre los
artistas en todos los tiempos reflejan una respuesta humana universal a la magia
misteriosa de la creación de una
imagen.
Esa magia de la creación es la que ha
alimentado la mitología sobre el genio, magia que en la ciencia es mucho menos
accesible -su comprensión se limita a minorías especializadas y no es objeto
directo de consumo- y por ello no ha dado lugar a unos mitos tan sólidos y
extendidos como la creatividad artística, aunque también los hay.
Por mi parte he realizado una investigación
(Romo,1998) sobre teorías implícitas en creatividad artística, donde he
rastreado los orígenes y evolución de algunas concepciones sobre la creatividad
en el arte muy extendidas, analizando su estructura interna en cuanto a las
ideas que las integran y los grados de tipicidad del las mismos. Entre otras
teorías, además de la del trastorno
psicológico, se encuentra la de las dotes innatas, el otro gran mito: el inspiracionista, que hace del arte una tarea para unos pocos
elegidos por las musas, leasé “genes” en su versión
moderna -cuyo análisis, por cierto,
sería merecedor de otro artículo.
Sin embargo, la teoría del trastorno
psicológico no tiene mucha vida, yo diría que ha durado un siglo -y quiero creer
que este pasado es perfecto- teniendo su máximo esplendor entre finales del XIX
y principios del XX. En realidad constituyó la versión romántica del genio en
todas las artes -”se bello y se triste” decía Oscar Wilde-. Y tuvo su ideólogo en Schopenhauer, aunque después psiquiatras y psicoanálistas como Lombroso y
Freud contribuirían a darle un barniz pseudocientífico y con ello, a la adopción generalizada de
la teoría en el mundo del arte, de tal forma que durante un tiempo se puso de
moda entre los artistas, especialmente en el surrealismo, hablar de cosas tales
como trauma, neurosis, represión, inconsciente, sublimación,...
Sin embargo, existen versiones anteriores. Ya
Kant hablaba de que es una vieja idea que el genio va
mezclado con ciertas dosis de locura. Y para los Witkkower hay una primera formulación explícita en el
Renacimiento: “ Los filosofos
descubrieron que los artístas emancipados de su tiempo
mostraban las características del temperamento saturnino: contemplativos,
meditabundos, recelosos, solitarios, creativos. En aquel crítico momento
histórico nació la nueva imagen del artista alienado” (R. y M. Wittkower, 1985. p.12).
Pero si rastreamos en el inconsciente
colectivo, en esa respuesta humana a la magia misteriosa de la creación,
encontramos que la idea de Schopenhauer del tormento
como permanente compañero del genio adquiere la maravillosa forma de Prometeo en
la mitología griega: el héroe que provoca la envidia de los dioses, el titán
castigado eternamente por haberlos desafiado y robado el fuego; porque debe
haber un castigo divino para todo aquel que quiera hacerse como ellos, que ose
formar criaturas y animarlas con el fuego divino. La locura es el castigo para
todo aquel que se atreve a ponerse a la altura de los dioses, en una palabra,
que se atreve a crear...
Pero por mucho que nos atraigan los mitos, la
creatividad no es locura. Crear, repito, es una forma de pensar modulada por las
peculiaridades propias del campo. Así, los estilos cognitivos de sensibilidad a
los problemas o apertura a la experiencia presentes en la creatividad, en el
caso del artista se vinculan más con lo personal, porque es la experiencia vital
la que nutre el pincel o la pluma del artista y eso significa acumular
experiencias, estar abierto al mundo pero también al interior de uno mismo, a
encontrarse con los propios conflictos, las miserias y grandezas... y, desde
luego, todo esto genera una gran tensión, y -por qué negarlo-,
angustia.
En esto ha quedado el mito de Prometeo. Ni visión romántica ni inspiracionista -el otro gran mito-, ni la locura ni las
musas, ni el tormento ni el éxtasis. Hemos democratizado la creatividad, la
hemos convertido en un atributo de la gente corriente. Vamos conociéndola,
explicándola y desmontando su mitología; y, con gran alborozo, descubrimos que,
al despojarla de los ropajes de sus mitos, no pierde grandeza porque sólo en la
creatividad radica esa dimensión de la naturaleza humana que nos otorga algo de
divinos...¡Con el permiso de los dioses, por
supuesto!
REFERENCIAS
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KRIS, E. 1952. Psichoanalytic explorations in
art. Nueva York. International University
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KRIS, E. y
KURZ, O. 1982. La leyenda del
artista. Madrid. Esayos
Arte Catedra (original publicado en 1934).
KUBIE, L. S.
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process. Nueva York. Noonday Press.
KUHN, T.S.
1975. La
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Mexico. Fondo de Cultura Económica.
MARTINDALE C.
1971. “Degeneration, desinhibition,
and genius” Journal of the history of
behavioral sciences, 7 pp. 177-182.
NEUMANN, E. 1992. Mitos de artista.
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RANK, O. 1958. The truth
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ROMO, M 1997. PsicologÍa de la creatividad. Barcelona. Paidos.
ROMO, M 1998. “Teorías implicitas y creatividad artística”. Arte, individuo y sociedad. 10, pp 11-28.
WITTKOWER, R.
y WITTKOWER, M. 1985. Nacidos bajo el signo de saturno. Genio y temperamento de los
artistas desde la
Antigüedad hasta
la Revolución
Francesa. Madrid Catedra (original publicado en
1963).
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