¡No! No, has entendido nada
ni siquiera cuando te conte
con los ojos llenos de lágrimas
ese costado del mundo donde el sol se acuesta
y ese modo de asomarse a los bordes
del quehacer diario que tanto me deleita y despierta,
a andar siempre con el corazón descalzo
y el alma desnuda surcando los cielos
A esas zonas de misterio,
de lo indecible o inexplicable
en la noche solsticial del amor
No te pertenezco, No me identifico
con tu pasión a la esclavitud
A no leernos en el encanto de contarnos la historia
La historia tuya, la historia mía.
La historia nuestra cuando caen las máscaras
hasta que los cielos, mares y tierras acaban
¡No! No, has entendido nada
Eres la mueca congelada.
La carencia de fundamento propio.
La imposibilidad de crecer
sin ninguna posibilidad de saber,
a aprender y pertenecernos
en momentos de silenciosa oscuridad
Eres el desencantamiento
cuando la palabra nos encuentra
en el bosque, en medio del silbido terrible,
en las encrucijadas de los caminos
y las estrellas se deshacen,
se transforman y nos relatan
en las antiguas inscripciones divinas
de sus cantos y melodías
en la búsqueda de la claridad
en el nombre de Dios.
Mané Castro Videla
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